En la etapa presente, la interconexión entre internet y el contenido en línea está crecientemente amalgamada con las criptomonedas, los tokens no fungibles y otros servicios y productos basados en tecnología blockchain. Este entrelazamiento está fomentando un tipo de internet más descentralizada, donde las plataformas y aplicaciones operan con mayor transparencia, permitiendo a los usuarios tener posesión sobre el contenido que generan. Esta nueva fase de la web se conoce como web3, y a pesar de estar en sus inicios, ya es factible utilizar muchas de sus herramientas de manera análoga a la red actual.
El concepto de web3 se distingue de la “web” original de los años ’90, que presentaba elementos estáticos como textos e imágenes, y donde las opciones eran limitadas, básicamente comprar o informarse. También marca un contraste con la «web 2.0», que dominó la última década y media, impulsada por las redes sociales, el streaming, los juegos en línea y la conectividad móvil; un período en el que el uso de internet comenzó a tener una dimensión social.
En cierto sentido, la web3 retoma el espíritu libre y sin intermediarios de la web original, al mismo tiempo que conserva la interacción social ganada en la web 2.0. Esto se evidencia en el tipo de software que la caracteriza: las aplicaciones descentralizadas o apps, semejantes en funcionalidad a las aplicaciones tradicionales, pero centradas en las libertades y posibilidades del usuario.
La característica central es la capacidad de establecer la propiedad sobre diversos activos y paquetes de datos digitales (un NFT, en esencia, es un paquete de datos en una cadena de bloques). Puede tratarse de un personaje o una recompensa en un videojuego, contenido en una plataforma social descentralizada o una canción en una app de streaming. En una cadena de bloques, cada activo, archivo o paquete digital puede mostrar de manera inequívoca quién es el autor o creador, así como el propietario.
Contenido:
Una breve historia de internet
Los inicios de internet fueron bastante simples, con sitios estáticos y pocas opciones, salvo leer o consumir. La conexión a esta web principalmente se realizaba desde computadoras mediante software de escritorio. Aunque el acceso era limitado en términos de tiempo, con poca gente pasando largos periodos en línea, ya se vislumbraban las promesas de comunicación sin fronteras, transmisión libre de información y transferencias de dinero a distancia.
A lo largo de quince años, internet evolucionó, gracias al auge de la conectividad móvil, la banda ancha, las redes sociales y el streaming. Desde mediados de los años 2000, esta fase se conoce como web 2.0, y trajo consigo una experiencia más interactiva, dinámica y llena de contenido multimedia, permitiendo una creación de contenido más sencilla.
Quienes interactúan con internet en la actualidad crecieron en el entorno de la web 2.0, basada en aplicaciones y plataformas. Sin embargo, surge la cuestión de la concentración, ya que unas pocas plataformas acaparan la mayoría del tiempo, tráfico, contenido y capital. Instagram, Twitter, YouTube, Gmail, Spotify, Uber: todos son servicios centralizados, controlados por empresas que son únicas responsables de sus productos y que almacenan información sin transparentar sus acciones. Por lo tanto, en el contexto de internet centralizada, es difícil discernir el uso que se hace de los datos de los usuarios.
Web3, la descentralización en internet
Con su estructura distribuida, la web3 reduce la cantidad de empresas, organismos y procesos burocráticos necesarios para acceder a servicios en línea. Además, el software de web3, es decir, las apps, opera con su código visible al público, lo que en muchas ocasiones puede aportar mayor transparencia y confiabilidad en comparación con los programas tradicionales.
Numerosos desarrolladores de web3 ceden parte del control sobre el software y el contenido a los usuarios, de diversas formas. Esto fomenta la creación de un ecosistema más descentralizado, en el cual los usuarios de internet sienten que contribuyen a la red y obtienen valor a cambio, teniendo la certeza de que su contenido circula con claridad en términos de autoría y propiedad.
Esta búsqueda de una internet más privada, segura, abierta y descentralizada coincide con la creciente popularidad de las criptomonedas. Así, la web3 consolida la economía blockchain en el ámbito de internet, utilizando las criptomonedas como medio de contabilidad, pago y transferencia de valor.
Todas estas transformaciones redundan en una internet más colaborativa, libre y resiliente. Sin embargo, es importante destacar que esto representa un ideal: la web3 sigue siendo un terreno en crecimiento, y aunque está en proceso, recién comienza a tomar forma. Por lo tanto, numerosos proyectos están buscando su configuración definitiva, y la lógica más cerrada y corporativa de la web 2.0 aún prevalece en gran medida.
Estructura de la web3
La web3 se presenta como una encarnación contemporánea del cúmulo de tecnologías blockchain, sistemas tokenizados y criptomonedas, configurando una red donde las actividades y los contenidos pueden ser autenticados y ejecutados sin necesidad de intermediarios, aprovechando las herramientas propias del ecosistema criptográfico.
Red blockchain
Una blockchain es un sistema descentralizado de computadoras en el cual los participantes comparten recursos como almacenamiento y capacidad de procesamiento, junto con un registro digital o libro donde se registran las transacciones de criptomonedas y otras operaciones características de estas redes. La blockchain y sus registros están salvaguardados mediante técnicas criptográficas (de ahí el término “criptomonedas”) y están enlazados de manera tan sólida que modificar un registro en la cadena se torna prácticamente imposible.
Estas redes funcionan como una suerte de supercomputadora descentralizada que opera a través de “programas” denominados contratos inteligentes (smart contracts), bajo un protocolo que regula la operación de una red, servicio o producto blockchain. La seguridad de estas redes se garantiza a través de un proceso llamado minería, en el cual se dedica poder de procesamiento para validar cada transacción y entrada de datos en la red. La minería puede realizarse de diversas formas dependiendo del diseño de cada red.
Debido a este diseño, la validez de una transacción no es determinada por un tercero, sino por la red misma. Además, la minería contribuye a la integridad del ecosistema, recompensando a los mineros con incentivos económicos, ya que se les paga en criptomonedas por cada nuevo bloque que generan en la cadena.
Tokens
En su concepto tradicional, un token es un objeto físico o digital que adquiere valor dentro de su contexto o comunidad, a pesar de que su valor intrínseco no esté presente en su forma material. Ejemplos de tokens incluyen las fichas de casino y los billetes de monedas nacionales como el peso o el dólar.
En el ámbito criptográfico, donde son creados mediante programación, los tokens se utilizan para representar diversos activos en función de cada proyecto: desde sumas de dinero o cuotas de participación en proyectos hasta personajes o ítems en juegos, partes de propiedad intelectual en canciones o participación en rendimientos de fondos de liquidez.
Estos tokens pueden ser fungibles (intercambiables e idénticos) o no fungibles, conocidos como NFT (únicos e irreemplazables). Algunos tokens fungibles actúan como monedas dentro de ciertas comunidades y operan en sus propias blockchains, siendo llamados criptomonedas. Además, existen diferentes tipos de tokens fungibles, como utility tokens, community tokens y security tokens, cada uno con funciones específicas.
Criptomonedas
Las criptomonedas son tokens que operan en sus propias blockchains y cumplen la función de monedas: representan una forma de dinero digital que actualmente es válida tanto en comunidades criptográficas (como la red Bitcoin o Ethereum) como en los mercados tradicionales de bienes y servicios.
Las transacciones con criptomonedas están protegidas mediante cifrado, lo que las hace extremadamente seguras contra vulnerabilidades, al mismo tiempo que permiten a los usuarios operar con privacidad. Además, las criptomonedas facilitan la transferencia de valor manteniendo el anonimato ante la red, sin intervención de gobiernos, empresas ni instituciones.
Estas criptomonedas se utilizan como unidad de valor, método de resguardo de fondos y herramienta para realizar transferencias, pagos y transacciones, convirtiéndolas en un medio de cambio. En este sentido, se asemejan al efectivo en el mundo digital, representando una forma de dinero especialmente adecuada para la era de la web3.
Funcionamiento de la Web3
La Web3 opera sobre una estructura esencial conformada por protocolos, contratos inteligentes y oráculos, los cuales colaboran en conjunto para lograr un entorno virtual autónomo y seguro. Este artículo explora en profundidad como estos componentes interactúan para dar forma a la nueva era de la web descentralizada y criptográfica.
Los Protocolos: Cimientos de la Web3
En el núcleo de la Web3 yacen los protocolos, conjuntos de directrices que rigen el funcionamiento de diversas actividades, productos o servicios. No se limitan a eventos sociales; también son fundamentales para el mundo digital. Por ejemplo, protocolos como TCP/IP y HTTP hacen posible la comunicación y la transmisión de datos en la web actual.
En el ámbito criptográfico, los protocolos son la base de las redes y desarrollos Web3. Permiten la descentralización al facilitar el flujo seguro de información y activos a través de diferentes cadenas. Los protocolos de criptografía sustentan la integridad de los registros y la ejecución de procesos, todo salvaguardado mediante técnicas criptográficas avanzadas.
Contratos Inteligentes: Estructurando la Web3
Acompañando a los protocolos, los contratos inteligentes desempeñan un papel crucial en el funcionamiento de la Web3. Aunque su denominación sugiere acuerdos legales, en realidad, son fragmentos de código que se ejecutan automáticamente en blockchains. Estos códigos definen la forma, estructura y operatividad de una red o servicio, permitiendo que la Web3 funcione sin una supervisión constante.
Los contratos inteligentes se encargan de asegurar la ejecución automática de acciones según se cumplen ciertas condiciones preestablecidas. Desde transacciones de tokens hasta la creación de criptomonedas personalizadas, la Web3 confía en estos contratos para garantizar la confiabilidad y la precisión de las operaciones en el ecosistema criptográfico.
Oráculos: Traduciendo el Mundo Real a la Web3
A pesar de su autonomía, los contratos inteligentes no pueden acceder a datos externos fuera de la blockchain. Aquí es donde entran en juego los oráculos, actores esenciales que traducen información del mundo real al entorno criptográfico de la Web3. Estos «traductores» permiten que los contratos inteligentes interactúen con eventos y datos fuera de la cadena.
Los oráculos tienen un rol vital en diversas operaciones criptográficas, desde el mantenimiento del valor de las stablecoins hasta el procesamiento de información climática para sistemas logísticos. Cuando un contrato inteligente requiere información del mundo real para cumplir ciertas condiciones, los oráculos rastrean y suministran estos datos, habilitando la automatización y la interacción entre la cadena y el exterior.
En resumen, la Web3 se sustenta en un delicado equilibrio entre protocolos, contratos inteligentes y oráculos. Estos elementos colaboran en armonía para impulsar una experiencia descentralizada, automatizada y segura en el vasto mundo de las criptomonedas y la web descentralizada.